Esta semana yo estuve pensando que sería imposible para un verdadero predicador, un ministro enviado por Dios, predicar algo más que el Señor Jesucristo y éste crucificado. ¿Cómo podría yo, un pecador perverso, ponerme de pie semana tras semana, servicio tras servicio y decirle a la gente como vivir correctamente, cuando yo mismo lucho y fallo cada día? ¿Cómo podría yo, un hombre depravado y miserable que soy, decir a otros como ser mejores esposos, mejores padres, mejores hijos, mejores amigos, mejores patrones y empleados, cuando yo mismo fallo y continuo fallando en estas cosas? ¡Que hipocresía y vanidad sería eso! No es mi lugar el tratar de enderezar a la gente.
No mucho tiempo atrás un amigo mío anciano y sabio me dijo, con respecto a la predicación, que siempre recuerde que un hombre puede trasquilar una oveja muchas veces, pero sólo puede matarla una vez.
Amigos, solamente la predicación de Jesucristo es la que nos lleva a menguar (ser trasquilados). Juan el bautista dijo “A Él conviene crecer; mas á mí menguar.” Mi responsabilidad no es decirle a la gente como deben vivir, sino proclamar cómo nuestro Salvador vivió, murió y resucitó, haciendo todo perfecto para pecadores y en lugar de pecadores que merecen el infierno.
Si Dios se complace en salvar a un hombre o una mujer, esa persona va a querer escuchar un mensaje y solamente un mensaje: Que Cristo vino al mundo para salvar a pecadores, y que los pecadores vienen a Cristo por la gracia libre y soberana solamente para vida eterna.