¿Amas a Dios…o lo que Él te da? No pude evitar que se me salieran las lágrimas mientras veía el vídeo. ¡Fue tan conmovedor! Al principio parecía una boda normal y corriente… un jardín hermoso, decoraciones preciosas, todo lo que esperas ver en una boda; hasta el momento en que la cámara se enfocó en el novio. Al final del pasillo hecho por filas de bancos a cada lado en ese hermoso jardín, él esperaba ansiosamente la llegada de su novia… sentado, porque su discapacidad no le permitía estar de pie.
El 30 de septiembre del 2006 Ian sufrió un terrible accidente automovilístico que cambiaría para siempre su vida y la de su novia, Larissa. Luego de estar en coma por varios meses Ian despertó. Pero nunca volvió a ser el mismo. Había sufrido un severo daño cerebral.
Antes del accidente, Ian y Larissa habían hablado de casarse, y a pesar del cambio en las circunstancias, Larissa decidió casarse con él.
No me cabe duda de que Larissa está con Ian porque le ama y no por interés. Ese no es el caso con otras parejas. A veces veo hombres mayores y con mucho dinero que llevan de la mano a una chica que podría ser su nieta. Aunque me siento mal al pensar así, en muchos de los casos es casi seguro que la razón principal por la que esa chica guapa y joven está con ese hombre mayor es por dinero y por todo lo que él le puede dar. Ese no es el caso con Ian y Larissa. Ella le cuida, provee para sus necesidades con su trabajo, le alimenta, le da y le da y le da y le sigue dando. Por el simple hecho de que le ama.
Tristemente, nosotras a menudo queremos buscar a Dios, queremos estar cerca de Él, y queremos servirle, solo porque queremos los beneficios que esto nos pueda traer… justo como hace la chica joven y guapa. Quizás alguna vez has pensado algo así: “voy a leer mi Biblia y a orar todos los días, y así todo me va a ir bien… Dios tiene la responsabilidad de asegurarse de que yo no tenga problemas si le busco de todo corazón”. La realidad es que si somos honestas, cuando pensamos de esa manera lo que realmente estamos diciendo es que amamos lo que Dios nos puede dar más de lo que amamos a Dios. Amamos más los regalos que al dador.
Durante su ministerio terrenal Jesús experimentó esto vez tras vez. Al leer los evangelios podemos ver que casi siempre Jesús estaba acompañado de mucha gente. En realidad, la única manera en que podía estar solo era retirándose a algún lugar desierto por la noche o muy temprano por la mañana. ¡Qué privilegio tenían esas personas! Tenían a Dios encarnado viviendo entre ellos. Podían oírle. Podían tocarle. Podían verle. Podían hablarle cara a cara. Podían ver su amor en acción. Y entre otras muchas cosas también podían recibir sanidad, y ser alimentados. Creo que eso era lo que más les gustaba. Le seguían por todo lo que Él podía hacer por ellos. Lucas 5:15 nos dice “pero su fama se entendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades”. También Lucas 6:17, 19 nos dice “descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades…. Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de Él y sanaba a todos”.
Jesús sabia que muchos le buscaban solamente por interés porque en Juan 6:25-26, luego de haber alimentado a los cinco mil nos dice la Escritura “y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: de cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis”.
¿Qué te diría el Señor a ti? ¿Te podría decir algo parecido a lo que le dijo a esa multitud?… “puedo ver tu corazón, y sé que me buscas porque te proveo sustento y abrigo, te doy fuerza para trabajar, te doy salud, y por todas las demás bendiciones que te doy”. ¿Seguirías buscando al Señor, sirviéndole, y amándole aunque te quitara las cosas que más te importan?
¡Tengamos cuidado! Busquemos al Señor porque le amamos, no porque queremos que nos dé cosas y que cumpla nuestros deseos. Aunque el Señor nos ha dado promesas que incluyen bendiciones terrenales, busquémosle porque le queremos a Él, no por las bendiciones que Él nos puede dar. Recordemos que la bendición más grande que podemos tener es Él mismo. Si nos da o no nos da lo que queremos es algo secundario, y no es lo que debe determinar cuánto le amamos.
Pidámosle al Señor que nos dé el corazón del Salmista, para que podamos decir de todo corazón “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? y fuera de ti nada deseo en la tierra” Salmo 73:25.
Ama al Señor “con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas [porque] este es el principal mandamiento” (Marcos 12:30).
-Adriana Parks