Orando con fe, descansando en la voluntad del Padre
”Señor, dame la mía, pero que sea María”. Este es el chiste que mi padre cuenta a menudo cuando habla a jóvenes acerca del noviazgo y de la voluntad de Dios. Tristemente, nosotras, al igual que el joven del chiste, muchas veces decimos que queremos la voluntad de Dios pero al mismo tiempo demandamos que Dios haga nuestra voluntad. Muchas veces nuestras oraciones tienen este formato: “Señor, hágase mi voluntad…en el Nombre de Jesús, amén”. Pero cuando Cristo enseñó a Sus discípulos a orar les dijo que debían pedir que se hiciera la voluntad del Padre. ¿Cuándo fue la última vez que le pediste a Dios que hiciera Su voluntad? ¿Cuándo fue la última vez que le pediste que hiciera tu voluntad?.
Proverbios 15:8 nos dice que Dios se goza en la oración de Sus hijos. Salmo 62:8 Nos anima a derramar nuestro corazón ante Dios. Filipenses 4:6 nos exhorta a presentar nuestras peticiones ante Dios. Así que, al Señor le encanta oírnos. Pero debemos tener cuidado de no exigir que Dios haga nuestra voluntad cuando venimos a Él en oración. Andrew Murray en su libro Lord, teach us to pray dice: “Que una profunda sensación de mi ignorancia, del maravilloso privilegio y poder de la oración… me lleve a desechar mis pensamientos de lo que creo que sé, y me haga arrodillarme delante de ti en un verdadero espíritu de pobreza, dispuesto a ser enseñado” (pg 4); “Primero tu Nombre, tu reino, tu voluntad; luego, danos, perdónanos, líbranos” (p18).
Creo que hay una línea muy fina entre pedir algo con fe, entendiendo que la voluntad de Dios puede ser otra, y pedir algo con fe, demandando que Dios haga mi voluntad. Cuando le cuento a Dios mis deseos pero entiendo que Su voluntad puede ser diferente a la mía, no estoy en ansiedad mientras espero una respuesta, y no pierdo mi gozo, porque mi gozo no depende de si obtengo lo que quiero o no, sino de Dios… no de lo que me da, sino de quién Él es. Puedo descansar porque sé que Su plan siempre es mejor. Por el contrario, cuando pido con fe demandando que Dios me dé un sí, si Su respuesta es un no, me derrumbo. Puedo llegar a pensar “es que no tengo suficiente fe”, “si pido con más fe Dios me dará lo que quiero”. Puede ser que sí me haga falta fe, pero debemos entender que hay veces que aunque pidamos con fe, recibiremos un no por respuesta porque Dios tiene un plan diferente. Cuando el apóstol Pablo oró por liberación de su aguijón en la carne, Dios le dijo que no. Dudo que la respuesta haya sido el resultado de la poca fe de Pablo… simplemente Dios tenía otro plan. Cuando Jesús dijo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa…” la respuesta también fue no, porque la voluntad del Padre era otra.
Seguramente tú, al igual que yo, has orado por mucho tiempo por cosas que Dios ha decidido no darte… o no darte aún. Yo sé que no es fácil esperar, así que debemos meditar en la Palabra de Dios.
La Escritura nos dice que Dios requiere ciertas cosas para escuchar y responder nuestra oración. Una es que oremos con fe. Cristo dijo “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24). Y otra es que pidamos conforme a Su voluntad “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).
Quizás te preguntes, “si estoy orando con fe por algo que sé que es bueno y de acuerdo a la voluntad revelada de Dios, ¿por qué no lo recibo?”. Una vez escuché un sermón que me ayudó a entender este aparente problema. En Mateo 7:7-11 Jesús dijo “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”. El predicador explicaba que si Dios no me da algo que pido con fe y que es bueno, es porque no es el “pan” ni el “pescado” que necesito. Puede que sea bueno para otros, pero no para mí en ese momento.
Un ejemplo de la Escritura que creo que resume lo que estoy tratando de decir es la historia del leproso que vino a Cristo “e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio” (Marcos 1:40-41). A este hombre no le cabía duda de que Jesús era capaz, pero no estaba seguro de si Jesús quería. Esto me anima a orar al Señor con fe, sabiendo que Él tiene el poder para hacerlo, pero con humildad reconociendo que quizás lo que yo quiero no es lo que Él quiere, y entonces pido como el leproso “si quieres, puedes”.
Cuando oras, ¿cuál voluntad te importa más, la tuya o la de Dios? ¿Exiges que Dios haga tu voluntad?. Te animo a que le cuentes al Señor tus problemas, tus deseos, y necesidades, pero recuerda que tus deseos no siempre son iguales a la voluntad de Dios. Busca conocer a Dios mas de cerca y somete tu voluntad a la Suya. Esto da paz aun cuando la respuesta a tus deseos es un no o un espera. La voluntad de Dios siempre es mejor porque es “buena… agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
-Adriana Parks