¿Ministerios insignificantes?
William Borden fue un joven millonario que decidió dejarlo todo por servir a Cristo. Después de haber obtenido títulos de la Universidad de Yale y del Seminario de Princeton, decidió renunciar a su fortuna e ir a China para servir al Señor entre musulmanes. Pero nunca llegó. El 9 de abril de 1913, a la corta edad de 25 años, murió de meningitis. Él tenía grandes planes para servir a Dios. Pero el Dios a quien él servía tenía otros. En diferentes momentos en su vida él escribió estas palabras en su Biblia “No reserves. No retreats. No regrets.” (traducido “Sin reservas. Sin retrocesos. Sin remordimientos”). Los grandes planes ministeriales de William nunca se hicieron realidad, pero sin duda él sabía que los planes de Dios eran mejores.
Al igual que William, el rey David tenía grandes planes para servir a Dios. Quería construirle un templo. Pero Dios tenía otros planes. Puedes leer la historia completa en 1 Crónicas 17 y 22. Dios no le permitió a David construir el templo. Sin embargo, el rey no se enojó, ni se deprimió, porque su meta era mucho más grande que construir un templo para Dios… era dar gloria a Dios. No se trataba de David, se trataba de Dios. Y aunque el templo pudo haberse conocido como el templo de David, fue conocido como el templo de Salomón. Si David hubiera estado buscando gloria propia esto hubiera sido un problema devastador, pero no fue así. Él estuvo conforme con la decisión de Dios. Él estuvo contento de ser el que preparase el camino para su hijo. En 1 Crónicas 22:14, 16-17 David dijo “He aquí, yo con grandes esfuerzos he preparado para la casa de Jehová cien mil talentos de oro, y un millón de talentos de plata, y bronce y hierro sin medida, porque es mucho. Asimismo he preparado madera y piedra, a lo cual tú añadirás…Levántate, y manos a la obra; y Jehová esté contigo… Asimismo mandó David a todos los principales de Israel que ayudasen a Salomón su hijo…”.
¿Alguna vez has hecho planes para servir a Dios (como William y el rey David) que nunca se han cumplido?¿Estás satisfecha con la tarea que el Señor te ha encomendado aunque sea diferente a la que planeaste?
Tristemente, muy a menudo hacemos de nuestros planes e ideales ministeriales ídolos espirituales que poco a poco se vuelven más importantes que Dios mismo en nuestra vida. Muchas veces pensamos que a menos que podamos hacer algo “importante” como enseñar un estudio bíblico, no estamos sirviendo al Señor. La realidad es que como mujeres seguidoras de Cristo, siempre tendremos un ministerio que hacer para Él: cuidar de nuestra familia y de nuestra casa, lo cual es de mucho valor (Tito 2:4-5).
Para Dios no existen los ministerios insignificantes. En I Crónicas 9:26-34 se nos describen ciertos ministerios que algunos de los levitas ejercían. Mira qué interesante: “estos moraban alrededor de la casa de Dios, porque tenían el cargo de guardarla, y de abrirla todas las mañanas. Algunos de estos tenían a su cargo los utensilios para el ministerio, los cuales se metían por cuenta, y por cuenta se sacaban. Y otros de ellos tenían el cargo de la vajilla, y de todos los utensilios del santuario, de la harina, del vino, del aceite, del incienso y de las especias…Matatías, uno de los levitas…tenía a su cargo las cosas que se hacían en la sartén…también había cantores, jefes de familias de los levitas, los cuales moraban en las cámaras del templo, exentos de otros servicios, porque de día y de noche estaban en aquella obra…”. ¡Wow! ¡Había levitas cuyo trabajo incluía contar los utensilios! ¿Te lo puedes imaginar? Me pregunto cuán dispuestas estaríamos tú y yo si el Señor nos mandara a hacer algo tan poco emocionante.
William no llegó a trabajar con musulmanes en China. David no pudo construir el templo para Dios. Algunos levitas tenían trabajos poco emocionantes. Quizás tú estés experimentando algo parecido, y tal vez te encuentras insatisfecha con lo que estás haciendo para el Señor porque piensas que no es suficientemente importante. Quiero animarte a que pienses correctamente sobre tu ministerio. Si es para el Señor no es insignificante porque lo que le da sentido a lo que hacemos no es lo grande o prestigioso que es el trabajo en sí, sino lo grande que es Dios, para quien lo hacemos.
La clave para encontrar gozo en nuestra tarea es mantener siempre presente que la razón por la que la hacemos es Dios y Su gloria. Si recordamos esto siempre, no nos va a importar si nuestro ministerio es enseñar estudios bíblicos o limpiar los baños de la iglesia, ayudar a personas fuera de casa, o principalmente cuidar de nuestra familia. Si todo lo que hacemos lo hacemos para el Señor entonces nuestra vida será un ministerio constante, lleno de significado. Te dejo con estas exhortaciones del apóstol Pablo “si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23).
-Adriana Parks