La mayoría de nosotros los seres humanos tenemos una buena idea de lo que significa el derecho de propiedad. ¡Aun desde muy pequeños los niños entienden esto muy bien! Lo único que tienes que hacer para darte cuenta es estar un rato con dos niños y un juguete. Pronto observarás que el dueño se asegurará de tener el control. Mientras vamos creciendo, este sentido de propiedad va incrementando… siempre queremos asegurarnos de que los demás sepan qué cosas nos pertenecen. Los escritores, compositores, pintores, escultores, etc., se aseguran de que esté claro que sus creaciones son suyas, y no de otro. A nadie le gusta que le quiten el derecho sobre sus propiedades, y por eso existen títulos de propiedad para casas, coches, terrenos, joyas, etc. Pero, ¿por qué somos tan cuidadosos cuando se trata de propiedades? Pienso que es porque el ser propietario de algo nos da el derecho de decidir qué hacer o no hacer con ese algo. Es por eso que nos cuesta tanto cuando alguien quiere decidir por nosotros qué hacer con lo nuestro. Pensemos en nosotras, muchas amas de casa, a quienes nos encanta hacer de nuestra casa un lugar bonito. Nos encanta decorar, arreglar, remodelar, etc. Pero, ¿cómo te sentirías si alguien entrara en tu casa, acomodara tus muebles a su gusto, y te dijera cómo usar tus cosas? ¿Qué si reorganizaran por completo tu cocina sin preguntarte? O, ¿qué si te dijeran que no les gusta cómo has decorado, y que ellos sabrían mejor cómo hacerlo? Pienso que nos parecería un abuso, una intrusión, y dudo que haya alguien a quien le gustaría.
Pero… sabes que eso es exactamente lo que nosotras hacemos con Dios. ¿Te parece extraño que diga esto? En 1 Crónicas 29:11-12, el rey David, inspirado por Dios, nos dice: “tuya es, Oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos”. Este es solo uno de los muchos pasajes que hay en la Escritura donde se nos dice que Dios es el dueño de todo. Ahora, piensa un momento sobre lo que hemos estado hablando, lo que significa ser dueño de algo, y el derecho que esto te otorga. Cuando analizamos, entendemos, y creemos lo que este pasaje nos está diciendo podemos ver nuestra vida desde una perspectiva diferente. Es esta perspectiva bíblica la que nos ayuda a reconocer que es Dios quien controla todas las cosas porque tiene el derecho de Dueño. Nuestro problema es que tendemos a ver la vida desde una perspectiva humana muy corta, donde pensamos que somos nosotras las que deberíamos poder controlarlo todo. Quizás no digamos con nuestras palabras que Dios comete errores, pero eso es exactamente lo que pensamos en nuestro corazón cuando nuestra voluntad no se hace. ¿Cuál suele ser tu primera reacción cuando pasa algo que no te esperabas? Cuando recibes malas noticias o sucede algo que no estaba en tus planes ¿te derrumbas?, ¿te enojas?, ¿piensas que a Dios se le ha escapado hacer algo por ti? ¿Qué haces cuando te das cuenta de que en realidad no tienes el control sobre lo que pasa en tu vida? La respuesta a estas preguntas dependerá de si crees o no que Dios es el Dueño de todo.
¿Qué debería producir en nosotras esta verdad? Debería producir paz, gozo y esperanza. Sin embargo, la mayoría de las veces nos causa miedo, enojo y desespero. Pero si de verdad entendemos el carácter de Dios, y sabemos cuánto nos ama, cuán sabio, y cuán misericordioso es, no tenemos por qué temer. Si diariamente te recuerdas a ti misma que todo (incluyéndote a ti) le pertenece a Dios, tu actitud hacia tus circunstancias cambiará. Quizás tus circunstancias nunca cambien, pero el entender que tu Dueño perfecto lo tiene todo bajo control, te dará paz. Así que no te olvides que Dios es tu Dueño, y que Él puede hacer con tu vida lo que Él quiera. Cuando hagas planes, traces metas, o empieces proyectos, recuerda que el resultado le pertenece a Dios. Tu Dueño puede decidir cambiar tus planes y tus metas, porque tiene el derecho. ¡No lo olvides!