¿Hipocresía u obediencia?
Cuando no tengo ganas de hacer algo se me hace muy difícil hacerlo. ¿Te pasa lo mismo a ti? ¿A quién le dan ganas de limpiar la cocina después de comer, vaciar el lavavajillas, lavar los baños, limpiar las ventanas, lavar, planchar, doblar ropa, etc.? La mayoría de las veces hago estas cosas porque sé que debo hacerlas, porque si no las hago mi casa sería un desastre, porque sería egoísta no hacerlo, porque amo a mi esposo y quiero serle de ayuda y no agregarle más carga de la que ya tiene, etc. Pero, ¿por ganas? no.
¿Piensas que soy una hipócrita porque hago estas cosas sin tener ganas? Probablemente no. Quizás solo pienses que soy una persona que trata de ser un “mayordomo fiel” con lo que Dios me ha encomendado.
Entonces, cumplir con un deber aunque no tengamos ganas no es hipocresía. Pero ¿por qué pensamos de diferente manera cuando se trata de ciertos temas? Cuando tratamos con temas como amar a nuestros enemigos, perdonar, tratar a otros como superiores a nosotros mismos, darle el primer lugar a Dios y a otros (en vez de a nosotras mismas) etc., pensamos “cuando tenga ganas lo haré”. Muchos al ser confrontados con la necesidad de perdonar, ponen como excusa que no “sienten” perdón, y piensan que deben esperar hasta que lo sientan, de lo contrario creen que estarían siendo hipócritas. Muchos matrimonios se terminan porque los cónyuges ya no “sienten” amor el uno por el otro, y creen que seguir juntos sería hipocresía. Y la lista podría seguir y seguir.
Esto es algo ‘normal’ en el mundo humanista en el que vivimos, pero dentro de la iglesia de Cristo no debería ser así. La Palabra de Dios nos enseña que Dios es el Ser Supremo, y que amarle y obedecerle a Él debe ser nuestra prioridad, lo cual es completamente opuesto a la filosofía humanista en la que el hombre es el centro del universo y su felicidad es la meta suprema. Como hijas de Dios debemos entender que nuestra felicidad no es lo que debe determinar nuestras acciones, sino Dios y Sus mandatos. Lo que le agrada a Él es lo que importa; no lo que nos agrada a nosotras. Cuando Dios nos manda a hacer algo no nos da opciones. Nos dice “ámame a mí sobre todas las cosas”, “ama a tu enemigo”, “perdona”, “pasa tiempo en oración”, etc. Estos mandatos nunca están seguidos por “si tienes ganas”, o “cuando tengas ganas”, o “si te es conveniente”. Son mandatos y punto. Cumplirlos me hace una hija obediente. No cumplirlos me hace una desobediente. No tiene nada que ver con hipocresía.
No estoy hablando de ser legalistas y solo cumplir por cumplir. Cristo condenó a los fariseos que hacían esto. Dios quiere una obediencia que fluye de nuestro amor hacia Él. Él quiere siervos que estén dispuestos a negarse a sí mismos y a doblegar su voluntad por amor a Él.
En el capitulo 17 del Evangelio de Lucas Jesús les da a sus discípulos este mandato “si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale” (v3-4). La respuesta de los discípulos fue “Señor, auméntamos la fe”. Aparentemente los apóstoles pensaban que para poder cumplir con este mandato necesitarían más fe. Me los imagino pensando “¿cómo podremos hacer tal cosa?… reprender a mi hermano que peca contra mí, y aparte de eso ¡perdonarle si se arrepiente! Definitivamente necesitamos más fe”: Pero Jesús les da una respuesta diferente a la que ellos esperaban. No era una cuestión de fe. Era una cuestión de obediencia. Para hacerles entender esto les cuenta una historia que va más o menos así….imagínate un esclavo que después de haber estado todo el día trabajando llega a casa y aunque lo único que tiene ganas de hacer es limpiarse, relajarse y descansar, tiene que seguir sirviendo a su amo. Tiene que prepararle la cena, servírsela, limpiar todo, y después de todo entonces comer él. Mi corazón se rompe por este siervo…a veces leyendo este pasaje he llegado a pensar “qué mal amo”. Hasta que finalmente lo entendí. Un esclavo no está allí para servirse ni para agradarse a sí mismo. Está allí para servir y agradar a su amo. No puede esperar a tener ganas para hacer lo que su amo le pide. Es su deber. Jesús compara a sus discípulos con este siervo cuando les dice “Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (v10). Hacer lo que Dios te pide sin tener ganas no te convierte en una hipócrita sino en una “sierva inútil” que hace todo lo que su Amo le pide. Jesús quería que sus discípulos entendiesen que no importaba si tenían ganas de perdonar o no. Su amo se lo estaba mandando, y ellos debían obedecer. Esto nos aplica a ti y a mí, no solamente con el tema del perdón, sino con todo lo que Dios nos ha mandado.
Si de verdad nuestro amo es Dios, entonces hacer Su voluntad debe ser nuestra meta, tengamos ganas o no. No esperes a tener ganas para ser amable con esa persona que no te cae bien. No esperes a tener ganas para tratar de arreglar tu relación con esa persona que te ha ofendido. No esperes a tus sentimientos. Guíalos, y verás cómo sobrenaturalmente después que actúes en obediencia, tus sentimientos cambiarán.
Acabo con estas palabras de Martin Lutero “Los sentimientos vienen y van, los sentimientos son engañosos, mi seguridad es la Palabra de Dios”. Basa tu vida en la Palabra de Dios y obedécela aunque no tengas ganas…eso no te convertirá en una hipócrita sino en una hija obediente.
-Adriana Parks