Lucas registra una ocasión en la que Jesús se encontró con diez leprosos que estaban a cierta distancia de él y clamaban: «¡Jesús, Maestro! ¡Ten misericordia de nosotros!». 14 Cuando Él los vio, les dijo: «Vayan y muéstrense a los sacerdotes». Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios. 15 Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. 16 Cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, y le dio gracias; y este era samaritano. 17 Jesús le preguntó: «¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?»". (Véase Lucas 17:13–19). Cuando leemos esta historia pensamos: "¿Cómo pudieron aquellos nueve hombres ser tan malagradecidos y no volver a darle gracias a Jesús?". Sin embargo, muchos de nosotros somos culpables del mismo pecado de ingratitud.
Mucha gente reconoce que todo lo que posee proviene de Dios, pero ¿cuán a menudo hace una pausa para agradecérselo? Al final de un día de trabajo en su profesión u oficio, ¿toma tiempo para decir: "Gracias, Padre celestial, por darme la habilidad, el don y la salud para hacer mi trabajo el día de hoy"?
La versión de la Biblia que utilizamos es la Nueva Biblia de Las Americas (NBLA)
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