La confesión de fe de Westminster 29:
1. Nuestro Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, instituyó el sacramento de su cuerpo y sangre, llamado la Santa Cena. Este sacramento debe ser observado en su iglesia hasta el fin del mundo con el propósito de conmemorar perpetuamente el sacrifico de sà mismo en su muerte, para sellar en los verdaderos creyentes todos los beneficios de la misma, para su nutrición espiritual y crecimiento en Él, para mayor compromiso en y hacia todas las obligaciones que a Él le deben, y para ser un lazo y una garantÃa de su comunión con Él, y de los unos con los otros, como miembros de su cuerpo mÃstico.
1 Corintios 11:23-26; 1 Corintios 10:16-17, 21; 1 Corintios 12:13.
2. En este sacramento, Cristo no es ofrecido a su Padre, ni se hace un sacrificio real por la remisión de pecados de los vivos o de los muertos. Es solamente una conmemoración de aquel único ofrecimiento de sà mismo y por sà mismo en la cruz, una sola vez para siempre, y es una ofrenda espiritual a Dios de la mayor alabanza posible por tal sacrificio. De manera que el sacrificio papal de la misa (como ellos la llaman), es la injuria más abominable al único sacrificio de Cristo, que es la única propiciación por todos los pecados de sus elegidos.
Hebreos 9:22, 25-26, 28; 1 Corintios 11:24-26; Mateo 26:26-27; Hebreos 7:23-24, 27; Hebreos 10:11-12, 14, 18.
El testimonio del RPCNA 29.4
La preparación previa, por medio del auto examen, el arrepentimiento de los pecados, la meditación sobre la gracia de Dios, y la resolución de nueva obediencia es requerida de aquellos que hacen esta profesión de su unión con Cristo y su amor por Él.
1 Corintios 11:27-32; 1 Corintios 10:21-22. |