El Salmo de Pedro, es la aplicación del Salmo 34, dónde el apóstol nos enseña a que si sufrimos con temor a Dios, sufriremos piadosamente. En cambio, si sufrimos temiendo al hombre, vamos a reaccionar pecaminosamente, arruinando nuestro testimonio. Sufrir aceptando a la voluntad divina se resume en temerle a El y no al hombre. Vivir confiados en Dios es la razón por la que cuando somos perseguidos, refrenamos nuestra lengua y labios, y nos apartamos del mal.
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