Aviso para los que desean un premio celestial 1) En cuanto a los bienes terrenales.
Si luchas por el Cielo y las cosas celestiales, aun para tu trabajo terrenal tendrás una actitud santa de corazón. Toma todas las precauciones a fin de no desenvolverte como los mundanos. Si siendo creyente recurres a las estrategias del mundo en la búsqueda de los bienes materiales, esto te costará dos cosas valiosas: la gloria de Dios y la felicidad de tu alma. Muchos amados siervos de Dios han rechazado la fama o la gloria por tener un precio demasiado alto. Moisés renunció a todos los privilegios de la corte por rechazar el título de “hijo de la hija del faraón”. Abraham rehusó aceptar los regalos del rey de Sodoma por temor a que lo acusaran de codicia o interés. Todo hijo de Dios debe ser tan esmerado como él. No lo olvides: nada que provenga de la tierra vale la pena cambiarlo por la gloria de Dios o por tu propia paz.
Un cristiano verdadero mostrará celo en sus asuntos diarios, pero toda su energía estará dirigida hacia el Cielo. Mientras sus manos se ocupan en el trabajo, su corazón y su mente piensan en asuntos superiores: cómo agradar a Dios, crecer en la gracia y disfrutar de una comunión más intima con Cristo. El hombre carnal, en cambio, pasa largas horas en su taller y, al volver a casa, dedica la mitad de la noche a planear cómo puede hacer que su negocio prospere. Suda en el taller, pero se enfría en la oración. No hay temporal que le haga faltar a la plaza, pero si el camino a la iglesia es resbaladizo o hace un poco de frío, se excusa de los cultos.
Ninguna inconveniencia le estorba para engrosar su bolsa, pero si el predicador le entretiene un minuto más de la hora, se queja. En resumen: en el trabajo pone los ojos en la caja; pero en la iglesia los pone en el reloj. Si algo de esto te habla a ti, acude rápidamente a Dios y pídele un cambio radical de corazón.
2) En el uso de los bienes terrenales.
Tal vez tengas un espíritu celestial en cuanto a la obtención de los bienes terrenales. ¿Pero los utilizas con ese mismo espíritu? El buen luchador emplea sus bienes terrenales para fines celestiales.
¿Cómo empleas los frutos de tu labor? ¿Los utilizas para tu propio vientre, o para tus perros y tus caballos... o los compartes con los pobres? Si eres una persona prominente en la comunidad, ¿cómo empleas tu influencia, para bien o para mal? ¿Para fines egoístas o compasivos? Pedir “cosas” en oración sin un fin celestial en mente es casi idolatría. Utiliza tus riquezas materiales con temor santo, amado hermano, no sea que la tierra te robe el Cielo, y tus diversiones temporales hagan peligrar tus intereses celestiales. Como Job santificaba a sus hijos ofreciendo sacrificio por temor a un posible pecado de ellos, el cristiano debe santificar constantemente sus placeres terrenales con la oración. De esta manera se librará de una posible trampa.
3) Conservando los bienes terrenales.
El creyente debe sentir la misma indiferencia en cuanto a conservar sus bienes terrenales como al obtenerlos. Dios nunca nos hace propietarios de nada, sino que nos entrega las cosas en depósito. Todo se quedará atrás cuando Él nos llame para volver a casa. Si tiene a bien dejarnos las cosas hasta entonces, le bendecimos y agradecemos su generosidad; si nos las quita antes, aún así, le bendeciremos.
La providencia divina llevó a Moisés a la corte del Faraón, pero Dios nunca se propuso dejarlo allí entre la pompa y la grandeza mundana. Un corazón carnal podría razonar que Moisés hubiera ayudado mejor a su pueblo (entonces esclavos del Faraón) utilizando su posición y poder para influir en el rey, o aun aspirando al trono. Pero cuando Moisés renunció a su puesto de privilegio, su fe y su abnegación resaltaron aún más. Por esta fe obediente recibe Moisés tan honorable mención en el Nuevo Testamento (He. 11:24,25).
A veces Dios nos colma de bienes, no para que nos aferremos a ellos, sino para que tengamos algo que dar mostrando así nuestro amor por Él. ¿Podría haber empleado mejor María su precioso perfume que ungiendo a su Señor? ¿Qué empresa da mayor ganancia que la inversión de tus bienes en la causa de Cristo?
Cristiano, no cierres la mano sobre los bienes materiales que más valoras. Está siempre dispuesto a tirarlos por la borda al momento, en lugar de arriesgarte al naufragio de tu fe. No puedes trabajar en pro de los bienes celestiales si tienes las manos y el corazón cargados de asuntos terrenales. Al final, si salvas algo, será tu alma, tu interés por Cristo y el Cielo. Si perdieras todas tus posesiones, aun así deberías poder decir como Jacob: “Tengo mucho [todo]” (Gn. 33:11, LBLA).
Extracto del libro: “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall