Alienta tu corazón Algunas consideraciones te aliviarán cuando estés en peligro de creer que satanás es omnipotente.
Primeramente, Satanás tiene un poder derivado. No es suyo por derecho, sino por el permiso de otro, y ese otro es Dios. Todo poder es de Dios, en la tierra o en el Infierno. Si tu fe abraza esta verdad, podrás ir adonde quieras con la confianza absoluta de que Satanás no te puede hacer ningún daño permanente. ¿Crees por un momento que tu Padre celestial daría a su archienemigo una espada demasiado fuerte para que no lo pudieras vencer, tú que eres su hijo? Ya que Dios suministra las armas al enemigo, puedes estar seguro de que estas servirán de poco en tu contra, si te pones bajo la protección de Dios.
Cuando Pilato intentó asustar a Cristo jactándose de su poder para perdonar o condenar al preso, Cristo le respondió que no podía hacer nada si no le era dado de arriba (cf. Jn. 19:11). Esto significaba: “Haz todo el mal que quieras. Yo sé quién autorizó tu misión”. Satanás golpea, el hombre persigue, pero Dios es quien les da a ambos el poder.
Otro aspecto del poder de Satanás que debes conocer es que está limitado, y ello en dos sentidos: el diablo no tiene poder para hacer todo lo que quiere, ni cuenta con el permiso de Dios para utilizar todo el poder que ostenta.
Sus deseos no tienen límite, no solo aquí sino en el Cielo. Allí su mayor deseo es derrotar a Dios y colocarse él mismo en el lugar sagrado. Pero no puede cumplir ese deseo, ni muchos de los otros que arden en su interior. Él es solo una criatura y, por tanto, su correa tiene un límite. Dios puede limitar y limita a Satanás, pero Satanás nunca limitará a Dios. Ya que Dios está a salvo, tú también lo estás: “Porque […] vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3).
Esto es un gran consuelo: Satanás no puede ordenarte que peques contra tu voluntad. Aunque tiene capacidad para acelerarte en el camino —como el viento hace que la marea suba más rápidamente—, pero no puede invertir la corriente de tu corazón de su propio curso y tendencia.
Igual que Dios decide qué poder puede ostentar Satanás, también controla la cantidad del mismo que le es posible utilizar en un momento dado. Habrá veces cuando creas que Dios te ha dejado solo en la lucha. Entonces tu fe tendrá que esforzarse más. Aférrate a la seguridad de que Dios vigila cada movimiento de Satanás y no le dejará obtener la victoria final. Cuando Dios lo permita, Satanás podrá robarle al cristiano mucho gozo y paz, pero siempre estará bajo las órdenes de Dios. Si Dios le dice: “¡Quieto!”, tiene que quedarse como un perro bajo la mesa mientras los cristianos se sacian del consuelo de Dios. No se atreverá a recoger ni una miga, porque el Maestro lo vigila. Perdemos mucho consuelo cuando olvidamos que la mano de Dios siempre está levantada sobre Satanás, y su mirada tierna puesta en nosotros.
El poder de Satanás no solo es derivado y limitado, sino que también está sometido al poder superior de Dios. Las tretas que él maquina le son asignadas por Dios para el servicio y beneficio final de los cristianos. Se puede decir del diablo, como del soberbio asirio, que “él no lo pensará así, ni su corazón lo imaginará de esta manera” (Is. 10:7), porque el ánimo de Satanás siempre está inclinado a la destrucción de todo hombre.
Pero la intención de Dios es distinta, como han aprendido muchos cristianos sabios a lo largo de los siglos. Cuando le dijeron a Lutero lo ocurrido en la Dieta de Nuremberg en contra de los protestantes, él dijo simplemente: “Se decretó de una forma allí, pero de otra en los cielos”. Para consuelo de los santos, los pensamientos de Dios hacia ellos son de paz y conservación, mientras los de Satanás son de ruina y destrucción. ¿Quién duda que los pensamientos de Dios sean más inteligentes que los del diablo?
Ten por seguro que mientras Satanás persigue, Dios purifica (Dn. 11:35). La mayoría de las manchas en tus virtudes se producen mientras te sacias de paz y prosperidad, y nunca recuperan su blancura como al salir del azote de Satanás. Este envía el desánimo, la congoja o la desesperación para engullir al cristiano, como el pez se tragó a Jonás. Pero Dios utiliza esa tribulación para lijar y pulir tu fe, a fin de que al final sea más fina y preciosa que antes.
Hacemos demasiado poco si nunca tememos a Satanás; pero lo halagamos excesivamente si le tememos más de lo que confiamos en Dios. Si eres de Cristo, nada puede entrar en tu vida sin permiso de Dios. Aquel que te ha dado la vida, también te ha dado la muerte. Aquel que te ha dado el Cielo por heredad, también te ha dado el mundo con sus aflicciones: incluyendo al príncipe de este mundo y toda su ira y su poder. Esto ciertamente es amor y sabiduría expresados en un acertijo, pero los que tienen el Espíritu de Cristo pueden descifrarlo.
Extracto del libro: “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall