pensado que eres mejor que los demás, enorgulleciéndote
pensado lo malo
y muchos mas…
Todos estos son pecados y te condenan delante de Dios.
“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).
El que ha pecado ha roto la Ley de Dios y es culpable. La cuestión es que todos nacemos siendo pecadores (Rom. 5:12; Sal. 58:3), por ello todos hemos roto la Ley de Dios, el Juez Justo (Rom. 3:23). El pecado nos separa de Dios (Isa. 59:2) y produce muerte espiritual (Rom. 6:23), que es la justa condenación que el Juez Soberano da al que quebranta Su Ley. El culpable no puede escapar el juicio sin pagar la condena. Las buenas obras no le pueden librar de su condenación (Isa. 64:6; Gal. 2:16). Lo maravilloso es que Jesucristo tomó sobre sí el pecado de la humanidad y pagó por ello con su muerte en la cruz (1 Ped. 2:24; 2 Cor. 5:21). Jesucristo satisface la ira de Dios con Su sacrificio y provee salvación para los que creen en Él (Hech. 4:12; Juan 3:16, 36). Si te arrepientes de tu pecado y confiesas a Jesucristo como Señor y Salvador serás salvo (Rom. 10:9).
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).