La santificación progresiva
¿Cómo reaccionas cuando se rompe algo que te gusta mucho…especialmente si lo has hecho tú? Si eres como yo, me imagino que tratas de arreglarlo lo mejor posible para que quede como si nunca se hubiera roto.
Dios creó un mundo perfecto con humanos perfectos, y cuando lo acabó todo, vio que “era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Su plan “…hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Gén. 1:26), fue cumplido a la perfección “y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gén. 1:27). Todo bien hasta allí. Pero, lamentablemente, sabemos que ese estado de perfección no duró mucho porque Satanás tenía planeado destruirlo. Conocemos la historia… Satanás entra en el jardín, tienta a Eva, Eva cae en la trampa, come del fruto, da a su marido, el pecado entra y lo corrompe todo. Aquello que había sido creado para reflejar la gloria de Dios ahora estaba corrompido. Debido a este acto de desobediencia, nuestra humanidad ya no es perfecta. Estamos rotos. Estamos separados de Dios. En Romanos 8:21-23 el apóstol Pablo, inspirado por Dios, nos dice que incluso la creación está en esclavitud, y que gime al igual que nosotros, para ser liberada de la corrupción en la que está. Esta es una historia un poco triste, pero lo maravilloso es que no se acaba allí. Si tú y yo estamos tan dispuestas a arreglar las cosas que se nos rompen, imagínate cuán dispuesto está Dios.
La Escritura nos dice que no hay nadie que pueda frustrar el plan de Dios (Daniel 4:35; Efesios 1:11; Isaías 43:13). Así que aunque el pecado dañó la imagen perfecta de Dios que había originalmente en nosotros, Él proveyó una manera de redimirnos de nuestro pecado y de transformarnos para que seamos nuevamente como Él. Jesucristo abrió el camino a través de Su muerte y resurrección para que podamos llegar a Dios. Cada persona que se acerca a Dios a través de Jesucristo es justificada y en ese momento Dios empieza un proceso de restauración en su vida. Este proceso es lo que llamamos santificación progresiva, y es la manera como Dios nos transforma para que seamos semejantes a Él. Este proceso acabará cuando veamos a Cristo (“el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” Filipenses 1:6).
En mi último artículo “Qué es la consejería bíblica”, hablamos de que las dos doctrinas en las que la consejería bíblica se basa son la santificación progresiva y la suficiencia de la Escritura. Cuando aconsejamos a alguien bíblicamente, nuestro enfoque debe ser su crecimiento espiritual, es decir su santificación progresiva. El problema es que muchas veces al enfrentarnos con problemas (y al aconsejar a alguien con problemas), pensamos que nuestra mayor necesidad es salir de los problemas. Así que si tenemos deudas, pensamos que nuestra necesidad es más dinero; si tenemos alguna enfermedad, pensamos que nuestra necesidad más grande es salud; si tenemos problemas interpersonales, pensamos que nuestra necesidad más grande es tener paz, etc. Sin embargo, esta no es la manera correcta de pensar, porque como hijos de Dios lo que en verdad necesitamos es ser más como Jesucristo. Únicamente así podremos tener verdadera paz, amor, gozo, paciencia, etc., tengamos o no tengamos problemas.
Dios nunca nos promete una vida sin problemas, pero sí nos asegura que nos transformará a la imagen de Cristo…“porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29).
2 Corintios 3:18 dice: “por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. Dios nos transforma mientras vemos Su gloria a través de Su Palabra. Este no es un cambio repentino sino progresivo, lo que nos indica la frase “de gloria en gloria”. Quiere decir que vamos avanzando en nuestra transformación, un paso a la vez. Mientras más contemplamos a Dios y Su gloria en la Escritura, más nos damos cuenta de nuestra necesidad de cambiar, y más cambiamos. Por ello la Biblia nos exhorta a crecer en nuestro conocimiento de Jesucristo (2 Pedro 3:18). Es verdad que tenemos momentos de bajones espirituales en nuestra vida, pero si verdaderamente somos hijos de Dios, nos levantamos y seguimos adelante, creciendo.
De acuerdo a 2 Corintios 3:18 todo creyente crece. Un profesor que tuve en la universidad decía “los pájaros vuelan, los peces nadan, los perros ladran, y los cristianos crecen”. No puedes ser un creyente verdadero y no crecer.
Con esto en mente, quiero animarte a que evalúes tu vida. ¿Puedes ver a Dios obrando cambio en ti? ¿Estás creciendo espiritualmente? ¿Ves los problemas y las dificultades como circunstancias de las que tienes que salir lo más rápido posible, o como circunstancias por medio de las cuales Dios obra transformación en tu vida?.
Te exhorto a que cuando des algún consejo a una hermana en Cristo (o a ti misma), le ayudes a ver que lo que en verdad necesita es ser más como Cristo. Apúntale hacia Él. Quizás sus problemas de este lado de la eternidad nunca se acaben, así que no le des falsas esperanzas; lo que sí le puedes asegurar es que Dios está obrando una transformación en ella y por lo tanto ella puede dar gloria a Dios sea cual sea su situación. El propósito de la vida no es vivir sin problemas, sino darle gloria a Dios a medida que somos transformados a Su imagen.
Si quieres estudiar este tema en más profundidad, te recomiendo el libro de Dr. Jim Berg Transformados en Su imagen.
-Adriana Parks